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no muy monacal

20 años de la muerte de Rainiero de Mónaco: riqueza ilimitada y Carolina y Estefanía como legado

Se cumplen 20 años de la muerte del soberano del principado. Suya fue la idea de enfocar el enclave al turismo para atraer a los ricos y famosos. Le ayudaron su mujer Grace Kelly y Aristóteles Onassis, con el que se asoció. Y, por supuesto fue padre de Carolina y Estefanía, su mejor legado.

20 años de la muerte de Rainiero de Mónaco: riqueza ilimitada y Carolina y Estefanía como legado
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Abril es un mes omnipresente en el destino de Rainiero III, padre de Alberto, el actual soberano monegasco: murió un 6 de abril de 2005, un 19 de abril de 1956 se casó con la actriz Grace Kelly y también un 12 de abril de 1950, hace hoy 75 años, fue coronado. La ceremonia se celebró en Montecarlo y contó con coloridos festejos, en los que al flamante soberano, de 26 años, le acompañó su familia, bastante atípica entre la realeza, pues Rainiero era nieto bastardo de Luis II, reinante en Mónaco, de quien heredó el trono tras fallecer en 1949. Su madre, la princesa Carlota, nació de los amoríos de Luis II con una bailarina, Juliette Louvet, pero posteriormente la sífilis le dejó estéril. Tuvo que reconocer a Carlota en 1919 y convertirla en heredera, pues, según una cláusula, el Principado sería anexionado a Francia si no había herederos. Casada con el conde de Polignac, renunció a sus derechos al trono en 1944 en favor de su hijo varón.

Rainiero y su hermana, Antonieta, fueron criados por niñeras, sin apenas contacto con sus padres, y posteriormente el heredero fue enviado a prestigiosos internados como el Summerfields en Inglaterra y Le Rosey en Suiza. Cursó estudios políticos en París y se licenció en arte en la Universidad de Montpellier, donde conoció a su primer amor, la actriz Giselle Pascal, a la que renunció por imposición de su familia.

Combatió con el Ejército francés en la Segunda Guerra Mundial, participando en la contraofensiva de Alsacia, siendo condecorado. De carácter taciturno y tímido, nadie esperaba que, al llegar al trono, se erigiera en genio de los negocios y convirtiera ese peñón de apenas dos kilómetros, devastado por las dos guerras mundiales, en emporio mundial del lujo. Tuvo la visión de reorientar Mónaco hacia el turismo y las finanzas, aunque también la baraka de conocer a dos personajes clave: uno fue el multimillonario armador griego Aristóteles Onassis, con quien creó la sociedad Bains de Mer, que promovió casinos, hoteles de lujo y un gigantesco desarrollo inmobiliario que, unido a su condición de paraíso fiscal, atrajo a las fortunas del planeta.

Más importante fue la irrupción en su vida, en mayo de 1955, de Grace Kelly, la oscarizada actriz de Hollywood, hija de un millonario constructor, que había viajado al festival de cine de Cannes. El periodista Pierre Galante quiso enseñarle el Palacio Grimaldi en Montecarlo y Rainiero, en persona, se prestó a mostrárselo. Once meses después, el 19 de abril de 1956, celebraron en la catedral de Montecarlo su fastuoso enlace, al que acudieron el rey Faruk de Egipto, las estrellas Ava Gardner, David Niven y Gloria Swanson, y multimillonarios como Onassis y Conrad Hilton.

La pareja dividió sus papeles y Grace, con sus fiestas de la Cruz Roja o el Baile de la Rosa, se convirtió en un reclamo para atraer a famosos y a la jet set mundial. Dignas sucesoras fueron sus hijas: Carolina, que tras un fallido matrimonio con el playboy Philippe Junot, se casó con el empresario italiano Stefano Casiraghi, padre de sus tres hijos mayores, y que falleció trágicamente en un accidente con su motora. Se unió por tercera vez al irascible aristócrata alemán Ernesto de Hannover, padre de su hija Alexandra, del que está separada pero no divorciada. Estefanía, la princesa rebelde, cantante y modelo de su propia marca de baño, se hizo famosa por sus escándalos, tanto por su larga colección de amantes como por sus romances con sendos guardaespaldas, de los que nacieron sus tres hijos. Tampoco Alberto, el actual monarca, se quedó atrás, pues eran famosas sus juergas y, antes de su boda con la ex nadadora Charlene Wittstock, tuvo dos hijos fuera del matrimonio que reconoció.

Este universo de papel cuché de Rainiero se vino abajo el 13 de septiembre de 1982. El rover que conducía Grace con Estefanía de copiloto se despeñó por un barranco. Inicialmente, la ex actriz sobrevivió, pero en el hospital sufrió una hemorragia cerebral de la que no se recuperó. Estefanía, de quien se rumoreó que era la que conducía, resultó gravemente herida.

Con su muerte se inició el declive del Principado, que, sin la mediática figura de Grace —perfecta consorte—, dejó de atraer a famosos y a la jet set, derivando en una especie de balneario de lujo para millonarios anónimos. Otra tragedia, la muerte de Stefano Casiraghi, marido de Carolina, pareció sumir a Mónaco en un duelo permanente.

Asimismo, la familia principesca se vino abajo, sobre todo el viudo, Rainiero, que nunca se recuperó de la pérdida de Grace y era incapaz de controlar a sus díscolos hijos, refugiándose en sus tareas de Estado. Su salud se vio afectada, pues en la década de los noventa sufrió dos operaciones de corazón y en 2000 le extirparon parte de un pulmón.

Aunque no volvió a casarse, sí encontró consuelo al final de sus días en otra actriz, Ira de Fürstenberg, ex de otro príncipe, Alfonso de Hohenlohe, el precursor de Marbella. Eran viejos amigos e incluso la llevó públicamente como acompañante a algunos actos del Principado, como el Baile de la Rosa, pero nunca llegó a anunciarse el compromiso, ya que, según fuentes cercanas a Ira, Carolina no lo consintió.

Tras una larga agonía, Rainiero falleció el 6 de abril de 2005 en el hospital cardiotorácico de Montecarlo, dejando como legado un próspero reinado de 55 años, en el que el antes olvidado Mónaco se erigió en el país de mayor renta per cápita de la Tierra y en el reino por excelencia del glamur.

Tenía una gran capacidad de gestión.